Sus lágrimas se confundían con las mías. No habíamos estado en una fiesta parecida. O, por lo menos, nadie lo recordaba. El fuego central y las cuestiones acechando como puñaladas en la oscuridad. Ojos que miran, almas que aguardan. Todo en su lugar. La ceremonia de las lágrimas comenzó con un silencio ritual, pero pronto se oyeron los primeros sollozos contenidos. La contención no duraría mucho.
Hubo un tiempo en que las mujeres lloraban y los hombres hacían la guerra. Era el tiempo de la Decepción a lo grande. Más tiempo pasó y unas y otros
olvidaron
para que todo pudiera volver a comenzar.
Sus lágrimas se confundían con las mías.
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Iria -